𝐌𝐢𝐧𝐢𝐫𝐞𝐟𝐥𝐞𝐱𝐢𝐨́𝐧: ❞𝐄𝐥 𝐥𝐞𝐧𝐠𝐮𝐚𝐣𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐯𝐨𝐭𝐨❞

Nunca unas elecciones habían generado tanta controversia. La fecha, y no los programas electorales o las encuestas son el punto de desencuentros y desesperación de unos y de otros. En el punto de mira está la decisión de aplazarlas o no aplazarlas por la situación de la alerta sanitaria, la crisis económica que arrastran muchas personas y empresas debido al confinamiento, el riesgo que conlleva para los electores y los miembros de las mesas electorales o el descrédito que suscitan por entreverse una participación baja; están provocando grandes debates en las redes sociales.

En él devenir del asunto hay quienes apelan y alimentan la llamada a no ir a votar, legítimo, pero poco o nada efectivo e insolidario. En primer lugar, por qué votar es un derecho intrínseco al ciudadano y que nadie nos debe arrebatar y del que no deberíamos privarnos por una pataleta, segundo por qué la salida de la crisis depende en gran medida de las decisiones que tome el nuevo gobierno y tercero, por qué beneficia a los mismos que se quiere regañar.

Por otra parte, viendo las llamadas a no votar por motivos sanitarios o por enojo suscitado por la decisión de no atrasar las elecciones; intuyo que detrás de algunos mensajes se esconde una intencionalidad política, dependiendo de si ese gesto favorece o no al partido con el que simpatizamos. Sirva esto, incluso para este post que estoy escribiendo, pero que cada uno interprete lo que considere.

A mi modo de ver tenemos otras opciones que sin prescindir del derecho a voto se nos ofrecen. Entre toda esta vorágine de mensajes llamando a no votar o llamando al voto de castigo: ya sea en blanco o en forma de voto nulo, espero que sirva esto para entender que la abstención, el voto nulo o el voto en blanco; tienen diferentes interpretaciones y efectos:

1. La abstención, el derecho de todo ciudadano a no votar. El “establishment” interpreta la desafección como un desapego de la ciudadanía versus la política. Por supuesto esto es una excusa barata interpretada por el propio prejuicio de “los políticos” a que ellos son la solución, pero no la causa. Nada más lejos de la realidad. Los ciudadanos dejan de votar por falta de confianza en la clase política.
   
   
2. El voto en blanco. Una opción de la ciudadanía para gritar a los cuatro vientos “no confiamos en vosotros”. ¿A quién beneficia? El reparto de escaños se rige por la ley D'Hondt la cual marca que para poder tener representación una opción política debe llegar al 3% de los votos. El voto en blanco se suma a los votos escrutados por lo que para los partidos minoritarios les resulta más caro tener representación, y los partidos mayoritarios se reparten más escaños.
   
   
3. El voto nulo. Esta opción es usada en ocasiones como una opción de protesta, de interpretación parecida al voto en blanco. La ley D'Hondt no computa este voto en el resultado total de votos escrutados, es equivalente a no ir a votar. ¿A quién favorece? De facto los votos nulos son ignorados por lo que, a menos participación, los partidos minoritarios les sale más barato conseguir representación.

Así pues, la participación beneficia a la democracia. Unas elecciones con escasa participación carecen de legitimación para gobernar a una sociedad en la cual la opción mayoritaria fuera el cómputo de los votos en blanco, nulos y abstención. Pero a la práctica el voto en blanco favorece a los partidos mayoritarios, mientras que la abstención y el voto nulo favorecen a los partidos con menor representación.

De este modo, cuando alguien nos anima a votar o nos influye para no hacerlo, ¡cuidado! Algunas veces, hay una intencionalidad en ello. Cada cual que lo interprete según su juicio de valores.